Por: Licda. Neida Morales.
La agenda próxima en la
mejora del ejercicio de la dirección, de acuerdo con las orientaciones más potentes en la literatura (Day, Sammons y Hopkins 2009; Macbeath y Nempster,
2009), es el liderazgo centrado en el aprendizaje (learning-centered leadership);
es decir, vincular el liderazgo con el aprendizaje del alumnado. Un liderazgo
para el aprendizaje toma como núcleo de su acción la calidad de enseñanza
ofrecida y los resultados de aprendizaje alcanzados por los alumnos. El asunto
prioritario es, pues, qué prácticas de la dirección escolar crean un contexto
para un mejor trabajo del profesorado y, conjuntamente, de todo el
establecimiento educacional, impactando positivamente en la mejora de los
aprendizajes del alumnado (Weinstein et al., 2009). Para lograrlo, entre
otros, deja de ser un rol reservado al director, siendo dicha misión compartida
por otros miembros del equipo docente.
Las dimensiones
transformacionales del liderazgo (rediseñar la organización), junto con el
liderazgo instructivo o educativo (mejora de la educación ofrecida), en los
últimos años han confluido en un liderazgo centrado en el aprendizaje (del
alumnado, del profesorado y de la propia escuela como organización). Más
específicamente se entiende como un liderazgo centrado-en o para el aprendizaje
(leadership for learning). Esta perspectiva no es un modelo más de los que han
desfilado en torno al liderazgo sino que expresa, en el contexto escolar, la
dimensión esencial del liderazgo, cuya relación causal recogen diversas
investigaciones (Swaffield y Macbeath, 2009).
El liderazgo para el
aprendizaje implica en la práctica, al menos, cinco principios (Macbeath,
Swaffield y Frost, 2009): centrarse en el aprendizaje como actividad, crear
condiciones favorables para el aprendizaje, promover un diálogo sobre el
liderazgo y el aprendizaje, compartir el liderazgo, un responsabilización común
por los resultados. La creación de una cultura centrada en el aprendizaje de
los alumnos requiere: promover la cooperación y cohesión entre el profesorado,
un sentido del trabajo bien hecho, desarrollar comprensiones y visiones de lo
que se quiere conseguir.
Una de las tareas
centrales de la dirección escolar, hasta ahora entendida como alejada de su
competencia, es contribuir a mejorar las prácticas docentes y actuación profesional
del profesorado, con el objetivo último del incremento de aprendizajes del
alumnado, es decir, un “liderazgo centrado en apoyar, evaluar y desarrollar la
calidad docente se reconoce ampliamente como un componente esencial del
liderazgo eficaz” (Pont et al., 2008, p. 44).
Un liderazgo para el
aprendizaje toma como núcleo de su acción la calidad de enseñanza ofrecida y
los resultados de aprendizaje alcanzados por los alumnos. De hecho, más allá de
resolver los asuntos cotidianos de gestión, los equipos directivos están
desarrollando ya nuevas prácticas acordes con las demandas actuales.
"La función de un líder es elevar
las aspiraciones de las personas
y liberar sus energías para que traten de realizarlas"
Referencias:
Psicoperspectivas. Individuo y Sociedad, Vol. 9,
No. 2 (2010). Disponible en: http://www.psicoperspectivas.cl/index.php/psicoperspectivas/article/view/112/140